Aquí son las once y cuarto de la noche y mi vuelo sale a las siete, lo que quiere decir que nos levantaremos sobre las cuatro para estar saliendo a una hora decente y no perder el avión. Bueno el avión no se pierda, más bien para que no se vaya sin nosotros dentro de él. Va a ser, lo menos cómico, creo que son más de diez maletas entre las grandes, las pequeñas y las medianas. Somos dos adultos y tres críos. Ahora lo veo cómico, pero en realidad rezo para que no sea catastrófico, porque puede acabar como el rosario de la Aurora... Y supongo que después de seis horas de vuelo la capital de esta nación nos acoja con los brazos abiertos.
Tengo noticias de mi habitación de allí, tiene baño privado, y es lo mejor que me podían decir, porque, aunque no me importa compartir baño, la intimidad es la intimidad, y el toilette es algo muy pero que muy ìntimo.
Con respecto a Navidad pues decir que fue genial. Me levanté el 24 y me fuí a hacerme las uñas y a eliminar cierto vello facial para verme más bella. Luego unas compritas me animaron bastante. Después hablé con mi chico en pleno Westwood boulevard, en la terraza del Starbuck de la UCLA Extension. Y luego con mi familia al completo. Y fue un subidón de ánimos enorme, verlos a todos, porque aunque no lo diga, los echo mucho de menos, y en estas fechas pues una se pone un poco tontona. Pero gracias a ese rato con ellos todo fue mucho mejor. Además mola eso de estar en manga corta en pleno diciembre y ver a los tuyos con jerseys y demás. Al rato fui a comer a las cuatro de la tarde, que entre unas cosas y otras se me hizo tarde, y solo encontré un mexicano abierto, así que entré y me dejé aconsejar con el camarero que me invitó a una margarita. Luego encontré Marqués de Cáceres en Trader Joe´s, lo primero es un vino de Rioja, y lo segundo una tienda de alimentos como puede ser Mercadona. También encontré bombones de higo de Almoharín, bombones de Extremadura, de mi tierra. Fue genial. Con esas me volví a casa de los abuelos, que es donde llevo viviendo la última semana, y me estaban preparando una autentica cena de nochebuena. Bueno, no era auténtica, pero sin única, con arroz iraní con pasas, salmón al horno, entrecot de ternera, pastelillos de patata dulce con nueces, ensalada y mi vinito. De fondo los típicos villancicos extremeños. Antes de cenar encendimos la Menora, que es el candelabro judio de nueve brazos, y cantamos canciones de hanukkah y navidad. Fue un detallazo que una familia judía celebrara la navidad, solo para que yo no me sintiera sola un día como ese.
Después de la cena tuve regalitos, que no me esperaba nada y fue una sorpresa, la abuela me regaló un broche precioso y la familia un camisón super bonito con la bata a juego, es tan chulo que por un momento pensé que era para salir a la calle!!
Fue una Nochebuena en toda regla, quizás no estuve con los míos, pero me lo pasé genial.
Y bueno, ahora ya se acerca la medianoche y me caigo del sueño. No tengo mucho más que contaros, y si lo tengo ya no me acuerdo. Sólo me queda despedirme de Los Angeles.
Gracias por ser tan cálida, gracias por ser tantas ciudades en una sola, gracias por tus playas y tu gran clima, gracias por tus boulevares infinitos que hacen de guía cuando uno se pierde, gracias por ser tan cinematográfica, gracias por ese hollywood que entusiasma. Pero sobre todo, gracias por la gente que he llegado a conocer, es lo mejor que me ha dado esta ciudad. A esa Vasca y a ese Capitan Bragado, que me han dado la confianza para ser yo misma y disfrutar. A esa japonesa y esa danesa, por ser las primeras amigas que esta aventura me ha ofrecido. He disfrutado con todas las personas que he tenido oportunidad, y ese es el mejor recuerdo que me llevo. Por lo demás, pienso volver, una vez no ha sido sufieciente.
Y ahora si que me caigo del sueño. Buenas noches Los Angeles, buenos días España, dulces sueños DC.
Besos Rojos y nos vemos en el Atlántico
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